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miércoles, 21 de septiembre de 2011

Tirso de Molina. El burlador



  Para que Tirso de Molina quede situado en su ambiente, resulta casi inexorable destacar las consideraciones de Ramón Menéndez Pidal respecto a la religiosidad hispana de los siglos XVI y XVII. Fue esa época de la mística y de la ascética, en la que los poetas proponían al pueblos los problemas esenciales de la gracia y el libre albedrío. Ese predominio religioso se desarrollaba en tiempos adversos: el Renacimiento hacía más hondo  el sentido nacional de los estados modernos, olvidando el principio de catolicidad que se había mantenido inconmovible en la Edad Media. Dice Menéndez Pidal: “ Fue España la única que, prolongando su inveterada condición medieval, identificó los propios fines nacionales con los universales de la cristiandad , tomando éstos como propios a partir de Fernando el Católico que, como Gracián dice,  supo juntar la tierra con el cielo” ( Menéndez Pidal, Ramón, los españoles en la historia de España) Esa influencia medieval alcanzaría profundamente a Tirso.
Son esclarecedoras también las diferencias establecidas por Vossler entre el sentido teatral y el dramático: el primero persigue la escenografía y el halago visual, y el segundo, la reciproca lucha volitiva y la acción de los personajes con los cuales nutre su condición de drama. Afirma Voosler: “ Los pueblos que tienen un gran pasado y escaso sentido del futuro, como los italianos en las postrimerías de su renacimiento, tienen por lo general poca sensibilidad dramática y el sentido teatral es lo que prepondera en ellos.
Otros pueblos,en cambio, en vísperas de grandes acontecimientos o en medio de la lucha, como los españoles antes y durante el imperio universal, son de un más tenso dramatismo, de una má fácil excitabilidad dramática” ( Vossler, Karl, Lope de Vega y su tiempo, Madrid, Revista de Occidente, 1933, p 231)
 Rechazar la prosa y expresarse en verso en sus comedias, en abierta rebeldía contra la norma establecida, como lo hizo brillantemente Lope, es la más sólida prueba de que el gusto popular, el que evocaba la vieja tradición del Romancero que Lope devolvía con esplendidez  al pueblo, comenzaba  resueltamente a ocupar un sitio en el teatro de España. Tal vez porque las comedias de Lope son, en cierto modo, el resultado de la intensa unión entre éste hijo de Madrid y su público, constituyeron una respuesta ancha y caudalosa a la corriente de simpatía que entre autor y espectador busca siempre el teatro. Un teatro, sobre todo, cuya grandeza exaltaba la entrega de un pueblo a todo lo que fuera esencialmente nacional. En Lope, aun los temas extranjeros se nacionalizaban.




La inconstancia unida al disfraz es tema corriente en la poesía y en el teatro del siglo XVII.
La inconstancia es signo de pecado para el pensamiento cristiano: Dios es esencia y permanencia, el hombre es inconstante, cambiante Proteo, que huye del Ser, contradice con su cambio la permanencia divina. Pascal dice: “ Nuestra razón queda siempre decepcionada por la inconstancia de las apariencias.” Esta inconstancia, considerada negativa, rasgo que separa al hombre de Dios, se la expresa en la literatura mediante símbolos: plumas. flores y la llama, de la que hará uso Tirso como elemento contrastante.




                      Movimiento ==== mundo ( hombre) === pecado




Según otro enfoque, que podría llamarse jesuita, el hombre se identifica con la inconstancia, pues se la concidera el alma del universo, ley de todas las cosas, expresión del tiempo humano. No hay irritación ni rechazo de la inestabilidad humana, sino deseo de entregarse a ella y recrearla mediante el arte. Esta segunda forma de inconstancia nos acerca a Don Juan, también él inconstante, aunque distinto de los muchos que desfilan por la escena europea en el siglo XVII. El burlador fue gestado desde una persepctiva religiosa, relacionado con las teorias de la gracia, del libre albedrío y de la predestinación; a Don Juan se opone el eremita Pablo de  “El condenado por desconfiado, “ obras paralelas y complementarias como las dos tablas de un díptico, oponiendo los dos destinos simétricos, dos decenlaces idénticos” ( Rousset, J, Don Juan y el barroco, Diógenes N 14, 1956).
Pablo pone el acento en su propia debilidad y muere condenado por desconfiar de la misericordia divina; Don juan es condenado por exceso de confianza; es creyente pero nada toma en serio, vive el instante vertiginosamente y pese a las serias advertencias, responde a ellas: “ ¡ Tan largo me lo fiáis!”. Confía en la gracia y en su propia fuerza vital a tal punto que dasafía el más allá en la figura del Comendador, quien deberá recordarle  las exigencias de la eternidad. En ese instante se produce el choque de las dos inconstancias: Don Juan y la Estatua, lo liviando contra lo pesado, el tiempo contra la permanencia.



Don Juan no puede detenerse, vive intensamente, y su tiempo, el que ha elegido para postergar la eternidad, es un tiempo inestable y parcelado. El disfraz, el juego, la representación efímera de un papel son su contexto natural: embozado en la capa se hace pasar por Octavio, un nuevo yo que adopta “ personaje asumido y rechazado como una prenda de vestir” ( Rousset, J., íd  pág 15). Esta forma de seducir es una de las características  del personaje y no debe ser interpretada como un menosprecio de su propio yo, sino como la mejor manera de ser en cada personaje asumido.

TIRSO DE MOLINA, DISCIPULO DE LOPE. SU ORIGINALIDAD

Tirso de Molina, veintidos años menor que Lope, siguió la renovación iniciada por éste y en “ LOS CIGARRALES DE TOLEDO”, hizo de él “ la apología más brillante y nerviosa que conocemos de la antigua escena” ( Menéndez y Pelayo, Marcelino, Historia de las ideas estéticas en España. Buenos Aires, Glem, tomo 1.p. 1000.)
Como Lope, rechazó las unidades de tiempo y lugar, mezcló lo trágico y lo cómico y se adelanto por muchos motivos al Romanticismo, cuyas leyes expondría a Victor Hugo, alrededor de dos siglos más tarde, en el prefacio a Comwell.
Tirso fue un genio de fuerte personalidad. Expondremos sus méritos en seguida, pero digamos desde ahora que las imperfecciones de su obra se deben al apresuramiento con que los dranáturgos escribian y al ínteres de éstos por halagar el gusto del público, un público que demostraba con ardor su aprobación. Pero en la obra de Tirso son tantas las bondades , que sería absurdo detenerse en esas imperfecciones.
Tirso es un genio objetivo que desenvuelve sus caracteres con profunda libertad. Es más realista que Lope y que Calderón, uniforme en su idealismo. Para situarlo al lado de Shakespeare, como se ha hecho, se ha impuesto la fugura extraña y contrastante de Don Juan. Pero también crea otros caracteres trascendentes, como Paul y Enrico de EL condenado por desconfiado, drama religioso en el cual, como en la mayoria de los suyos, se elabora por medio de la acción la faceta destacada de un carácter.
Llegó a escribir con la atención puesta en el público, un público ávido de la realidad que él pudo transmitirle en sus personajes: personas de alcurnia y aldeanos dados a conversar, que él enfrenta obteniendo graciosas escenas de contraste . Pintó la realidad de la vida cotidiana y aludió a otras realidades más alta, artísticamente recreada, hechas las dos de la misma frágil sustancia de la vida. La vida de incierta realidad, tan presente en su pasajera certeza para el espiritu español, se afirmaba y  aparecía más cierta y más real en el juego lleno de imaginación de las obras de Tirso, que derramó una gracia llena de recursos, envuelta a veces en sutil malicia burlona, en chistes oportunos, y en una lengua que no tiene secretos para él, llena de expresión vivaz, con versos espontáneos y de variadísimo metro. El culteranismo no es lo más general en su teatro.
Su intuición de lo cómico era de un gran cando, por decirlo así, picante. A veces se audacia llama la atención, por ser Tirso un hombre de investidura ecleciástica. Maria Rosa Lida de Malkiel dice que es un rasgo muy peculiar de Tirso caer a veces en un “ resalte brutal” y lo señala como no sólo el más desenfadado de los dramaturgos del Siglo de Oro, sino como el único que logró transformar la lascivia morbosa en resorte trágico ( la venganza del Tamar) o casi trágico, como en el drama en discución ( el burlador) ( Malkiel, Maria Rosa Lida de “ Sobre la prioridad de Tan largo me lo fiáis,  Notas al Burlador de Sevilla. Hispanic Review, XXX, 1962 p 282) Su diálogo es rápido, de vivo juego; sus personajes masculinos aparecen tímidos en sus comedias, débiles e indecisos frente a las mujeres, siempre dispuestas al enred, a la intriga y a la astucia y que, resueltas y muchas veces vanidosas, hacen del hombre un juguete.
Para Menéndez Pidal, El burlador debe su origen a un germen  literario fecundado por la inventiva del poeta . Y agrega: “ el origen del El burlador hay que buscarlo en el romance de la estatua convidada o en los cuentos análogos” . Cita uno recogido por Alonso Cortés en Revilla Vallejera  ( Burgos) que empieza así: En la corte de Madrid / va un caballero a la iglesia / mas va por ver a su dama / que no por ver las completas. El caballero le toma la barba y los cabellos y le pregunta si recuerda cuando luchaba en la guerra. Para Pidal, la verdadera fuente próxima de El Burlador pudo ser una leyenda sevillana que habría fijado ya los nombres de Don Juan Tenorio y del Comendador Gonzalo de Ulloa. Tirso pudo, también, haberse servido de una vaga tradición oral, representada ya por el romance castellano, ya por un cuento semejante, a la cual el poeta revistiese de circunstancias concretas de lugar y de tiempo como hizo en el caso de El condenado por desconfiado ( Menéndez Pidal, Ramón, Estudios literarios, Madrid, 1968,pp78-88).
Existe, un antecedente de Gregorio Marañon en donde hay un paralelismo de Don Juan, pero vivo, y que pudo ser el Conde de Villamediana. “ Es imposible - dice Marañon- descartar la idea de que los lances de la vida del conde, tan resonantes, tan típicamente Donjuanescos, no hirieran hondamente la sensibilidad ávida de Tirso de Molina.
Era Villamendiana - agrega- el tipo perfecto del noble español renacentista, de ingenio excelente, intrépido, lleno de todos los atractivos personales y fundamentalmente inmorales. Como Don Juan, de Tirso, padeció destierro del rey, vivió en Andalucía y se llamaba Don Juan de Tassis. ( Marañon, Gregorio, Don Juan, Buenos Aires, Espasa Calpe, 1946,pp 97-99)



LA COMEDIA ( Argumento, Personajes)

El Burlador de Sevilla, de técnica completamente diferente a una organizada comedia “ de corte clásico, pausado, metódico. Es producción rápida, como todas las comedias de aquel siglo, de tecnica fuertemente impresionista”. Está estructurada a partir de elementos contrastantes. Todo el engaño se acumula al comienzo de la acción: miente Don Juan, miente el Embajador, la duquesa Isabela habla equívocamente; esta mentira se opone a la justicia final, divina y humana, que restablece el orden y la verdad.
El fuego es otro elemento usado antitéticamente : es símbolo de pasión destructura que Don Juan despierta en Tisbesa y es instrumento de castigo en la escena final.

 Dice la pescadora en la primera jornada:

          “ ¡ Fuego, fuego, que me quemo,
               que mi cabaña se abrasa!”

Y Don Juan, en la última, cerca de la muerte:

             “ ¡ Que me quemo! ¡ Que me abraso!”

Para destacar el exceso del protagonista, el autor emplea la técnica de la repetición de efectos: Don Juan obtiene los favores de dos jovenes de la nobleza, haciéndose pasar por otro; seduce a dos plebeyas mediante la promesa de matrimonio; cena dos veces con la estatua: en su primera posada primero y luego en la iglesia. Estas repeticiones y gradaciones subrayan la audacia y la desmesura de Don Juan; aventura más difícil es engañar a Doña Ana, vigilada por el Comendador que abusar de Isabela, aparentemente sin protección; más extraordinario es desplazar a un marido la noche de bodas que seducir a una joven: más udaz aún cenar junto a un sepulcro, en una iglesia, que en la posada.
En la comedia de Tirso, el mundo divino y el humano están trabados, de modo que el espectador comprenda  “ que el absurdo y la paradoja del hombre son sólo apariencias y existe la justicia divina, que es seguida de un desenlace feliz en la tierra.” El rey casa a las parejas y se restablece la armonía turbadora.
El drama comienza cuando Don Juan, que vive en Nápoles, acaba de seducir a la duquesa Isabela. Burla así a su amigo el duque Octavio, haciéndose pasar por éste.
Don Pedro tenorio, tío de Don Juan y embajador de España, recibe del rey el encargo de apresar al culpable, quien confiesa a su tío el engaño hacho a Isabela. Furioso, Don Pedro anuncia a su sobrino quele dará merte. Don Juan responde:
 

A esos pies estoy rendido
y ésta es mi espada, señor.

Don Juan responde así porque, a pesar de sus procederes satánicos, es valeroso. Conmovido ante ese gesto,Don Pedro lo hace huir. Después dice al rey que no ha podido evitar su fuga y que, según cofesión de Isabela, el culpable es el duque Octavio. El rey ordena que éste sea encarcelado, pero Don Pedro Tenorio, conocedor de la verdad, también deja huir a Octavio. En la playa de Tarragona aparece una embarcación que se está hundiendo. La pescadora Tisbea , que la ve, llama a los pescadores para que socorran a los dos hombres que hay en ella. Los asisten. Don Juan, que ha salvado a su criado, vuelve en sí después de haber sufrido un desvanecimiento. Tisbea trata que Don Juan se recupere y él, después, retribuye sus cuidados seduciédola. Don Juan huye y Tisbea se arroja al agua aunque, como se comprobará más tarde, los pescadores la salvan.
En Sevilla, el rey Alfonso XI, enterado de los desmanes de Don Juan en Nápoles, ordena a su hombre de confianza, Don Diego, que es padre de Don Juan, que lo destierre a Nebrija. Pero Don Juan se encuentra en Sevilla con el duque Octavio, quien no sabe que es aquél quien ha seducido a Isabela.
Aparece el marquéz de la Mota, quien tiene amores con Doña Ana, hija del Comendador Gonzalo de Ulloa. Don Juan intenta burlar también al marquez de la Mota, haciéndose pasar por ésteante Doña Ana. Ante su intento, Doña Ana da voces y aparece Don Gonzalo de Ulloa, a quién Don Juan da muerte . Don Juan huye y es culpado el marqués de la Mota, a quien se detiene por orden del rey.
El Burlador siste en una aldea a na boda: la de Aminta y Batricio. Fiel a sus inclinaciones, seduce a la novia tras darle palabra de casamiento. Hasta entonces, todas las mujeres - salvo Ana de Ulloa- han cedido ante Don Juan. Conocidos los actos del Burlador, son muchos los que reclaman justicia.
Perseguido por los representantes de la ley, él se refugia en la iglesia en la que está sepultado el Comendador. Don Juan se acerca a su estatua yacente, de bronce, y lee el epitafio:

Aquí aguarda el señor,
el más leal caballero,
la justicia de un traidor.
 
Don Juan ríe y desafía a la estatua, invitándola a comer esa noche con él. La estatua acude a la cita y pide a Don Juan, en retribución, que vaya a comer con ella, la noche siguiente, en la capilla del Comendador. Don Juan se presenta entonces, y al tomar la mano de la estatua, le recorre un fuego terrible al par que se siente hundir en el sepulcro.

El GRACIOSO

La función del gracioso en el teatro español del siglo de Oro no responde a un esquema único. En algunas comedias puede aparecer como confidente , representar la razón y la sensatez; algunos autores destacan su cobardía, su ínteres o su calidad de anti- héroe en general.
 Tirso de Milina lo maneja con gran destreza dentro de las situaciones dramáticas. En el Burlador de Sevilla, Catalinón es un elemento cómico, eficaz contraste en las escenas de contenido trágico; así lo vemos en los dos encuentros de Don Juan con Don Gonzalo, en su casa y en la capilla ( Jornada III)

El criado es el confidente y colaborador obligado en las aventuras del amo; miente si es necesario; prepara las dos yeguas que servirán para huir, siguiendo las ordenes de Don Juan.

“ tú las dos yeguas apresta / que de sus
pies voladores / sólo nuestro engaño fío.”
( J.I. )

En la misma Jornada, Catalinón es el primero en juzgar su conducta y en recordarle:



“ Los que fingís y engañáis / las mujeres / de esta suerte / lo pagaréiscon la muerte.”

Advertencia que se repite en la jornada segunda:

“ que el que vive de burlar  / burlado habrá de escapar / pagando tantos pecados / de una vez”.

Pero Don Juan le resume amenazadoramente las cualidades de un buen servidor:

“ El que se opone a servir / voluntad ha de tener / y todo ha de ser hacer / y nada de ser decir”.

El diálogo es vivaz y lleno de recursos. Las réplicas de Catalinón siempre tienen intencionada gracia. Son rápidas, dichas en un lenguaje llano, que por otra parte, salvo algunas excepcioens, es en general, el de la obra. Pocas veces introduce el gracioso chiste subido de tono; sus comentarios son siempre oportunos y llenos de intención, abundando en juegos de palabras.
Catalinón es la sombra de Don Juan y , a través de sus advertencias, casi diríamos su dormida conciencia de creyente. Admira a su amo por su gallardía  y valor y se espanta por su temeridad, por su audacia diabólica 
Catalinón es el nexo dramático entre las escenas finales: describe la muerte de Don Juan , es decir da testimonio de la justicia en el plano divino para que el rey la establezca en el plano de lo humano y la obra culmine armoniosamente.

¿ TAN LARGO ME LO FIAIS?

El estribillo mencionado, que forma parte de varios refranes, es el que a lo largo de la obra repite  Don Juan, significando que si los castigos que prometen y le auguran son para la otra vida, le queda tiempo de sobra para padecerlos y no los tiene en cuenta . 


ESENCIALIDADES

Tirso llevó a la escena española el Burlador con el acierto del artista inspirado e intuitivo que alcanza a percibir y a realizar una conexión entre dos temas dispares. Aquí, el tema del libertinaje se aúna al de la teólogía en un alma creyente, pero desorbitada, que corre detrás del placer. Es también el tema del placer frente al dolor y el de la vida frente a la muerte. Así adquiere el drama una más honda universalidad.
La novedad introducida por Tirso estriba en que Don Juan, libertino pero creyente  como la España de su tiempo, tiene un alma diábolica y una audacia rayana en la locura. El autor transita aquí un tema teológico: la lucha entre la predestinación y el libre albedrío; y en esa lucha adopta una posición tomada de Fray Francisco Zumel, eminente teólogo que pertenecía a su misma orden.




El castigo divino que padece Don Juan tiene justificación historica . Pertenece al Renacimiento y, Diaz plaja dice: ( Diaz Plaja, G., Historia de la Literatura española, Buenos Aires, Ciordia 1965, p 225) “ sale a escena también por primera vez en plena Contrarreforma de la mano de un autor religioso; por ello Don Juan  de Zorrilla, concebido en ambiente romántico, se salva”. Don Juan tiene un  temperamento restallante que se niega seguir un mínimo orden en la vida. Lleva toda la sensualidad de sus extrañas mocedades, como expresa alguna vez su padre. Don Diego, dirigiéndose al rey: “ Gran señor, en tus heroicas manos / está mi vida, que mi vida propia / es la vida de un hijo inobediente / que aunque mozo, gallardo y valeroso / y le llaman los mozos de su tiempo / el Héctor de Sevilla, porque ha hecho / tantas tan extrañas mocedades...” Esas “ hazañas de la juventud”, son en él libertinaje, sensualidad del Renacimiento.
El Burlador satisface su vida sin freno moral alguno como norma escencial de su existencia; su “ oficio”, que es el de burlador, remueve toda la escena y avanza con él arrolladoramente  hasta el trágico fin. Por eso ha dicho Americo Castro que “ Tirso dispuso la trayectoria de su héroe a modo de vendaval erótico con una técnica impresionista y barroca” ( Castro, Américo. “ Prólogo” a tirso de Molina, Comedias, Madrid Clásicos Castellanos 1948, tomo Y p XXIII)
Así se explica la avasallante impetuosidad de Don Juan, su alma contrastante, creyente, pero con su sentido siempre postergado del recuerdo del más allá, con su desbordante vida que necesita para para sostenerse seguir viviendo de acuerdo con su rito: este dinamismo de su vida en desorden y en perpetua  avidez, como derramada en persecución de sus deseos, pone en la obra de Tirso su sello Barroco.
Tirso a dotado al Burlador de esa altura malsana de los pecadores que por conquistarlo que persiguen son capaces de jugarse hasta la vida, pero no de renunciar: no le importa morir antes que aer derrotado. “ Es un simbolo del poder vital del hombre irrmpido a través del organismo social y lanzado a la destrucción” ( Brenan, Gerald, Historia de la literatura española, Buenos Aires, Losada, 1958, p 220). Cuando se encuentra con el Comendador su alma vibrará de espanto al sentir que lo abrasa la mano que aprieta la suya: la siente como una llama honda que le sorbe la vida, esa vida suya cuyo fin nunca vio cercano y que la justicia divina  se encarga de sopesar con justicia inexorable. Para el gran Burlador busca el castigo más insólito, el más terrible. Sólo cuando se siente envuelto por el fuego divino que lo aniquila sin poder él alcanzar la confesión que pide, morirá para siempre en sus labios su respuesta habitual y despreocupada a todas las advertencias que a lo largo de la escena lo ponen en guardia y lo alertan acerca de la muerte.


 Es la expresión con que él desatiende esta alerta constante: “ ¿ Tan largo me lo fiáis”?

TIRSO Y EL BARROCO

El barroco es la disolución de la forma plástica  y lineal en algo movido, palpitante e inaprensible. Borra los límites y contornos para dar la impresión de lo ilimitado. Es un estilo que consiste en un exceso de adornos. Los clásicos habían conseguido un arte de equilibrio, sereno, desnudo. El barroco expresa su dinamismo truncando las líneas arquitectonicas con sus arcos inacabados y sus líneas que se desvanecen. La palabra “BARROCO” se usó también para otras artes. En literatura es un arte dinámico como el del Burlador, lleno de contrastes, de oposiciones. Este dinamismo, tan lejano del arte clásico, se refleja como hemos dicho en el plan de Tirso y en el carácter del burlador. En la obra de Tirso hay varios pasajes en estilo barroco, que se distinguen por su preciosismo; el romancillo que Tisbea dice a orillas del mar, al alba, como los versos indican, aunque en forma oscura: ! Aquí donde el sol pisa / soñolientas las ondas / alegrando zafiros / las que espantaba sombras “. Es decir: Las aguas aún parecen padecer el sueño de la noche , pero su color de zafiro empieza a alegrar con su luz lo que en sus sombras causaba pavor.

Aparece a lo largo de la obra de Tirso una clara crítica a los excesos de los señores. Es evidente en EL burlador que las mujeres plebeyas, por ínteres o por amor, y sus maridos, por sumisión - Don Juan es personaje de alcurnia y se jacta de su poder con la justicia-, deben soportarlas pretenciones y los atropellos del Burlador.
A proposito dice Castro ( Castro, Américo, “ Prólogo” a Tirso de Molina, Comedias, Madrid, Clásicos Castellanos, 1948, tomo Y P XXIII) “ El Burlador representa la condenación de una clase y un sistema social. El desorden íntimo y profundo en torno a las privanzas de un Lerma o de un Olivares, la desesperanza y la amargura de la España estática de la prolongada  Contrareforma, todo ello está tocado enérgicamente “.

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