Etiquetas

viernes, 13 de julio de 2012

El silencio

Sin embargo

               en algún redondel de la noche
   tu nombre
                 aún se impone

La  ferocidad
de tus ojos oceánicos

Dijste:
el últmo beso sin  el consentimiento del olvido

Uno de los dos (yo)
se dejó entristecer mientras se alejaba
               
intempestiva
                 
tu promesa
                   enigmática,

 de nosotros

Y ahora esto, 
                     este silencio tan saturado de palabras

martes, 3 de julio de 2012

Una lectura de Cuando te vi caer.

En primer lugar el eje central de la historia es Lautaro, un adulto que reconstruye su propia historia y la de su familia a partir de lo que vivió en su adolescencia, en él está en juego la construcción de la masculinidad, construcción que necesita principalmente un modelo, y este modelo es su héroe Francisco, veterano de la guerra de Malvinas.

A su vez, siguiendo la tradición literaria de Dostoiesvsky y Roberto Arlt, sus personajes vivirán pendientes del fracaso y la desesperación, hasta el punto en el que ya no puedan siquiera respirar, la atmósfera se volverá amenazante: un ejemplo claro de esto es que Lautaro no quería volver a su casa, tenía miedo, un miedo profundo:

“si Francisco se entera nos mata.” Así retomé la segunda parte del diario, el día que nació el miedo, poco más de una semana de aquél sábado fatídico en el que descubrí que mi madre lo engañaba.”

En otro párrafo agrega:

“Tengo miedo. Cerré el cuaderno, apagué la linterna y me dejé atrapar por la densidad irrespirable del silencio”

Este párrafo además se inscribe en la historia de la literatura siguiendo el pensamiento de ese otro gran escritor Javier Marías, cuando en su novela “Corazón tan blanco” comienza diciendo “No he querido saber pero he sabido”.
Pareciera ser que existe una imposibilidad en el mundo de dejarnos ciegos y sordos, que ver y escuchar son dos maneras de toparse con la realidad, con ese mundo que tiene algo para dejarnos fuera de juego, dejarnos con el silencio atravesado en la garganta. Y de esa manera ir reconstruyendo de a pedazos, como una deconstrucción derridiana la verdad, que siempre es parcializada, que viene de otros y de nosotros mismos en forma de folletín. Una verdad que no existe más que como fragmentos esparcidos de discursos.
La figura de la mujer es otro tema tratado no sólo en esta obra, sino en la narrativa de Sebastián. Ocupa ese rol social destinado al engaño y la traición. La mujer como símbolo de una sociedad machista: estoy hablando de la mujer principal de la obra: Cora, la madre de Lautaro, a quien él ve subiéndose al auto con otro. Y este hecho, este terrible momento de su vida marca el quiebre en su adolescencia. Marca la necesidad de sobrevivir y de no contar aquello que vio, por miedo a las represalias, por miedo a lo que dirán en el barrio. Así, construyendo un mundo de prejuicios y miedos, la figura de la mujer cobra importancia en tanto es puesta en el rol que el “hombre” ha destinado para ella.
Ahora bien, existen otros análisis posibles, pero e elegido para hoy el que más me interesa: la construcción de la subjetividad.
La novela transcurre en Villa del Parque con personajes de barrio en el cual las historias que se narran poseen el sentimiento mismo del barrio; es decir que lo que está escrito puede leerse desde cualquier otro lugar. Personajes como “Caballido el diciséis”

“si alguna vez te pide una moneda y tenés dásela. Es el espíritu de Villa del Parque…”
También la historia del castillo, en el cual habita un fantasma quien vivió un amor trágico.
Estos elementos constituyen la realización de un espacio de acercamiento con el lector quien no puede menos que sentirse identificado por algunas de estas historias.
Así mismo, dentro del barrio existe una constante atmósfera de mentiras y secretos que van tejiendo la trama de la historia. Por ejemplo la del amigo: Mariano, quien por no poder decir lo que le pasaba tuvo un final triste. Otra vez surge la constante del lenguaje: este muchacho no podía decir lo que le pasaba, pero no por él mismo, sino por los prejuicios que el lenguaje puesto en función del poder crea.
La novela se construye con un Lautaro mayor, de unos 28 años, que a partir de haber recuperado el diario que escribió a los 15 años y otros recuerdos, comienza a escribirla. Pero esta escritura en verdad es un diálogo que él establece consigo mismo.
En boca de Bajtin, irá construyendo su pasado a partir del lenguaje, y esta construcción no es otra cosa que la construcción de su “yo” presente, es decir de hacer presente diciendo, hablando, reflexionando. Lautaro dice: “lo que no se dice no existe”, y en la novela está esto presente.
Ahora bien, este diálogo que entabla Lautaro adulto con el adolescente, ésta puesta en marcha del mecanismo por el cual la palabra se vuelve irreparable porque lo que se dijo es ya una verdad, este momento que se actualiza constantemente en la lectura, que se vivifica en la relación de ese “yo”, pone en juego otro mecanismo más interesante aún. La construcción del “otro”: el lector. Puesto que en el diálogo nada está cerrado, el lector actualiza la historia en la medida que la lee y carga con su subjetividad la discusión. Es decir, la novela presupone un diálogo con otro, y este supuesto pone en evidencia la necesidad de que este otro se construya. Permítaseme explicar que no es que se construye un lector por el mero hecho de que alguien lee, puesto que esto es así. Aquí lo que se construye es un “otro”, quien por casualidad participa de ese diálogo y establece la mirada necesaria para actualizar la historia. Es la aplicación cabal de la filosofía sartreana. La idea del otro y esta construcción, pone en juego el lenguaje como vehículo del ser, y sin ningún sentimiento de culpa Sebastián une a Foucault con Sartre y los amalgama en este procedimiento al cual -utilizando una palabra también de Bajtín en un sentido más amplio- yo denominaría: dialógico.
Una vez Oscar Wilde dijo que la meta del arte es revelar el arte y ocultar al artista. Digo esto porque he discutido la obra con el creador, y la mirada que él tiene de la obra no puede ser ya la mirada nuestra, porque él ha desaparecido y la novela se defiende por sí misma.
Para concluir diré que la obra escrita es de una belleza impresionante. La escritura nos remite a la poesía y al lenguaje coloquial más hermoso. La cadencia en la lectura está ligada a la oralidad, la cual es recuperada y puesta en la mesa, como un gran cuentista, para ser leída en voz alta y saboreada.
Recuerdo que a un gran concertista que acababa de tocar magistralmente una pieza de Beethoven, le preguntan si podría definir cuáles son los elementos constitutivos de la música de Beethoven. Él responde que sí, que podría separar los elementos por ejemplo de un nocturno y analizarlos por separado para observar cuál es el que se repite, o el que prima. Pero esto –dijo- es también mentira, porque al separar cada elemento: ritmo, armonía, melodía, compás, etc; ya no es la música de Beethoven lo que estaría analizando, sino sus elementos. Lo que hace que Beethoven sea Beethoven es cómo une cada uno de estos elementos, la precisión, la armonía de ellos. Lo mismo puedo decir de la obra de Basualdo. Cada elemento analizado por separado nos da información sobre ese elemento, el valor propio; pero la obra de Basualdo es mucho más que la suma de sus partes. A eso llamamos “arte”.


Por Hernán Lobosco

Sobre una novela del amor

Si es cierto que la novela es un género que se define a sí mismo cada vez que surge una gran obra, entonces la comparación con el amor –definir qué es el amor no es tanto un problema sin solución como una ocupación intelectual que lleva más de dos mil años– no debiera resultar desmedida: ambos encuentran su último límite formal en el lenguaje o, dicho de otra manera, en el poder que ejerce la cultura en cada individuo, basta pensar en el sentimiento de culpa heredada por el judeocristianismo, o acaso el valor que se la da al término fidelidad como uno de los garantes aparentemente perpetuos del amor. La novela, como cualquier otra expresión artística, no tiene una forma dada de una vez y para siempre. Sin embargo es fácil advertir qué cosa no es una novela, y en eso tal vez se parezca también un poco al amor en su negatividad: el desamor no es otra cosa que un recorrido inverso al centro mismo de la incógnita.
Me pregunto si el amor no será una historia que uno se narra a sí mismo para luego convencer a otro de que la lea

El tiempo animal

Nuestra relación con el tiempo, como sucede con todo aquello que el hombre denomina cultura, sólo es posible a través del lenguaje. Los animales viven un eterno presente; sin embargo uno puede advertir con cierto grado de extrañeza el modo en que se agazapan sobre sí mismos cada vez que intuyen la proximidad de la muerte, en la mayoría de los casos, ese confinarse al silencio y buscar el rincón más pausado de la casa tiene toda la fuerza del último gesto voluntario: la noción del tiempo que resta se ha hecho presente y rara vez se equivocan.