Etiquetas

miércoles, 27 de julio de 2011

En el tiempo en que festejaban mi cumpleaños

En el tiempo en que festejaban mi cumpleaños,
Yo era feliz y nadie estaba muerto.
En la casa antigua, hasta el que cumpliera años
era una tradición de hace siglos,
Y la alegría de todos, y la mía, era tan cierta como
cualquier religión

En el tiempo en que festejaban mi cumpleaños,
Yo tenía la gran salud de no darme cuenta de
nada,
De ser inteligente para la familia,
Y de no tener las esperanzas que los otros tenían en mí.
Cuando tuve esperanzas, ya no sabía tener
esperanzas.
Cuando miré hacia la vida, había perdido
el sentido de la vida.

Sí, lo que fui de supuesto para mí mismo,
Lo que fui de corazón y parentesco,
lo que fui de veladas provincianas,
lo que fui de amarme y ser yo niño,
lo que fui-ay, Dios mío, lo que sólo ahora sé
que fui...
¡A qué distancia!
(ni lo encuentro...)
¡El tiempo en que festejaban mi cumpleaños!

Lo que soy ahora es como la humedad en el
corredor del fondo de la casa,
Germinando en las paredes...
Lo que soy ahora (y la casa de los que me amaron
tiembla a través de mis lágrimas)
Lo que soy ahora es haber vendido la casa
Es haber muerto todos,
Es estar yo sobreviviente de mí mismo como un fósforo frío...


En el tiempo en que festejaban mi cumpleaños...
¡Que mi amor, como una persona, tuviese tiempo!
Deseo físico del alma de encontrarse allí otra vez
Por un viaje metafísico y carnal
Como una dualidad de yo hacia mí...
¡Comer el pasado como pan de hambre, sin
tiempo de manteca entre los dientes!

Lo veo todo otra vez con una nitidez que me
ciega para lo que hay aquí...
La mesa puesta con más lugares, con mejores
dibujos en la loza, con más copas
El aparador con muchas cosas -dulce, frutas, el
resto de la sombra debajo del alzado-,
Las tías viejas, los primos diferentes, y todo era
por mi causa
En el tiempo en que festejaban mi cumpleaños...

¡Detente corazón mío!
¡No pienses! ¡Deja de pensar en la cabeza!
¡Oh Dios mío, Dios mío, Dios mío!
Hoy ya no cumplo años.
Duro
Se me suman los días
Seré viejo cuando lo sea
Nada más
¡Qué rabia no haber traído el pasado robado en el bolsillo...!


¡En el tiempo en que festejaban mi cumpleaños!



















Álvaro de Campos. Aniversario

Para no perder la leche (La lactancia en la Edad Media)

Para no perder la leche

1) Evitar ser visitada por una mujer con la menstruación. De producirse la visita, las dos mujeres deben tomar juntas una sopa.
2)Conviene que la mujer, a los cuarenta días después del parto, no transpase los límites de su población. Si se ve obligada a hacerlo, debe someterse a una alimentación abundante y nutritiva
3)Debe evitar dirigir la mirda lejos: la leche fermentada y coagulada podría verterse sobre alguna planta o matorral con espinas en pleno campo.
4)Si dos mujeres que dan el pecho beben del mismo vaso, la leche pasará de la que posee más a la que produce  poca, o perderá la leche la que haya bebido primero.
5)Si un gato come en el plato de una mujer que da el pecho, para que no se le retire la leche la mujer ha de comer en el plato del gato .


domingo, 24 de julio de 2011

Los moralitastas, los políticos, los comerciantes...

Los moralistas, los políticos, los comerciantes, no hacen caso a la experiencia, porque sólo les conciernen las acciones y los productos. La mayor parte de la literatura fue escrita por desheredados y exiliados. Ambos estados fijan la atención en la experiencia y, por lo tanto, en la necesidad de redimirla del olvido, sostenerla con firmeza en la oscuridad.

J.B

sábado, 23 de julio de 2011

El olvido

Lentamente

te vas alejando

como el vértigo

al pozo oscuro

cada vez más al fondo

como un remordimiento

al silencio de la noche.

miércoles, 20 de julio de 2011

Tiro al segno

La Belleza no puede ser un delito. Página/12

La belleza no puede ser delito

A cincuenta años de su estreno en teatro, se publica El otro Judas, de Abelardo Castillo, quizás el arranque imprevisto de una de las obras más multifacéticas de la literatura argentina. En la misma edición, El señor Brecht en el Salón Dorado y la casi secreta Salomé.







Por Sebastian Basualdo

El otro judas fue estrenada en Buenos Aires por el Teatro de los independientes el 19 de junio de 1961. Se cumplen, por lo tanto, cincuenta años de aquel acontecimiento. Sólo el lector ha cambiado, diría Unamuno. Los lectores, y los espectadores, podría agregarse. Cincuenta años se traducen en conocimiento acumulado sobre el mundo, una perspectiva ganada para apreciar la obra en su verdadera dimensión y generar, por ejemplo, un puente tendido hacia los postulados teológicos en decadencia, o acaso ir, por qué no, hacia la renovación de aquellas discusiones cuya envergadura se extiende más allá de los Rollos del Mar Muerto y donde bien puede inscribirse esta idea que surge del posfacio escrito por el propio autor: “Dichosamente para la Historia de las Letras, y de la Humanidad, no hay un solo ejemplo de semejante aberración: la obra de arte abominable. La belleza no puede delinquir. Si algo es auténticamente bello acabará siendo positivo –útil–, ése es el único limite de la creación artística, y él, se quiera o no, condiciona y determina la eficacia del arte”.

Porque estamos hablando de un Judas que no traicionó a Jesús. Hablamos, ahora, de un pacto entre Jesús y Judas. “Es la hermosa historia de un hombre que traicionó por amor. Su hermano le dijo: entrégame, amigo, ya es tiempo. Y había una piedad infinita en su voz cuando agregó: aunque más te valiera no haber nacido...” Abelardo Castillo tenía poco más de veintidós años cuando materializó en palabras esta idea de un pacto entre los dos hombres sobre la base de un Judas que siendo el tesorero del grupo de los Doce entrega por treinta monedas (el precio de un esclavo muerto) al rabbí Jesús de Galilea. El resto, es decir el arte, es lo que hace de El otro Judas una obra de carácter universal.

“No puede serlo. Dios no vendría al mundo para negar a Dios. Dios duerme en los dorados tabernáculos de los templos, no anda, hambriento, entre los esclavos y los leprosos. Dios es el símbolo de la única desigualdad contra la que no se puede luchar. Porque Dios es inhumano”, vocifera este Judas tan magistralmente creado por Abelardo Castillo, que ha contado en varias ocasiones, incluso lo ha escrito en uno de sus libros, lo decisivo que resultó para él recitar el argumento a uno de los poetas más importantes de América: Nicolás Guillén.
El otro Judas. El señor Brecht en el Salón Dorado Salomé Abelardo Castillo Seix Barral 129 páginas

“El hecho es que le recité de memoria El otro Judas, se la actué, hice todos los personajes durante más o menos una hora, con un impudor que hoy me asombra. Cuando terminó mi representación, Guillén me dijo: ‘Oye, chico, si la escribes tan bien como la cuentas, tu obra debe ganar ese concurso’. Más tarde la envié a Gaceta literaria y efectivamente ganó el primer premio. Lo que no podía saber Guillén era la importancia que, para mí, en aquel momento, tuvo esa especie de acto de fe.”

Mencionamos esto porque da la sensación de que ese acto de fe al que se refiere Castillo en realidad encierra otra cosa mucho más poderosa e interesante; basta con leer lo que ha escrito Leopoldo Marechal en 1967 para empezar a comprenderlo: “Tengo la impresión de que Abelardo, más que trabajar con esa materia sagrada, se desdobla y polariza con ella, en una suerte de rebelión militante. Quiere reducirla, en un esfuerzo heroico, a las tres dimensiones convencionales del mundo visible; y sin embargo adivina, mal que le pese, una cuarta dimensión inasible por ahora, que, no obstante, fundamenta y explica en el trasfondo las contradicciones de un drama que a la vez es humano y divino. Y esa cuarta dimensión metafísica también está en el poeta. Porque el poeta trabaja con la hermosura, y la hermosura es uno de los nombres que tiene la divinidad”.

Leídas estas palabras casi cincuenta años después, lejos de emparentarse con un acto de fe, tienen toda la fuerza de una revelación: vendrán para confirmarlo la vida de Edgar Allan Poe, en Israfel, la monumental novela Crónica de un iniciado, El Evangelio según Van Hutten, novela con la que, por otra parte, retoma desde otra perspectiva la idea de un Judas que no traiciona, y otras tantas obras como las que se publican en esta edición conmemorativa: El señor Brecht en el Salón Dorado, que se presentó en 1982 en el Salón Dorado del Teatro Colón, donde la represión militar y la guerra de Malvinas se ligan en un paralelismo al nazismo, y Salomé, una tragedia musical en cuatro actos que estuvo inédita hasta 1995, versión rioplatense y candombera de la Salomé bíblica, una manera de hacer que se encuentren y dialoguen entre sí tres obras de uno de los mejores escritores argentinos, que ha transitado todos los géneros literarios hasta ocupar lo poético como lugar de residencia permanente.

martes, 19 de julio de 2011

Herencia

Ni una sola foto
Tu nombre galopando
en las palabras de los otros
frenéticos, mentiras.
Ni una sola foto
una pequeña pipa
con el olor de un sábado
a la noche, la risa saliéndose
por la boquilla y la necesidad
de apagar el sueño con tu voz de agua

En las palabras de los otros
no hay espacio para esta historia

Un reloj del siglo anterior
con cadenita y estuche
pero detenido a las dos
horas en  que la tarde
te alzaba desde tu sombra

Un abre cartas, un casete
con la ruta de Chascomús grabada
de lado a lado...
Algunos libros que no me atrevo
a leer por temor a encontrar
la confianza que me profesaba
tu necesidad de no estar sola,
talento, decías, y soltabas tu frma
llena de olitas y rocas y viento


Yo era yo y nunca lloraba.


Nada más.
eso es todo lo que tengo.

lunes, 18 de julio de 2011

Vocabulario Político°- César- Cesárea y Brutos

Julio Cesar nació con el nombre de Julius Caesar, en latín, lo que explica que de su nombre haya derivado la palabra alemana Kaiser, que  en Alemania designó al emperador cuando lo hubo. También de César parecen haber derivado Zar y sus variantes Tsar y Czar, como supremos amos de Rusia. En 1721 Pedro I decidió que no le gustaba el apelativo y cambió su título por el de "emperador", pero la posteridad no le hizo caso, y se siguó hablando de zares, generalmente en contra.

El mismo razonamiento ha llevado a creer que un parto por cesárea lleva esa denominación porque así nació Julio César. Pero la verdad es exactamente la contraria. El niño se debió llamar solo Julius. El sistema de cesárea era muy anterior a su nacimiento, y tenía ese nombre como derivación de una raíz latina (caedere es cortar, en castellano la raíz llevó a ceder, cesión, cesura)Así que a Julius le agregaron Caesar para acordarse de que había nacido mediante algunos tajos. Curiosamente murió con otros tajos, tras una conspiración muy célebre, y la leyenda dice que sus últimas palabras habrían sido Et tu Brutus!, al  reconocer  con sorpresa a uno de sus asesinos. Parece probable que de ese episodio haya salido la expresión Brutalidad con sus anexos







°Homero Alsina Thevenet

sábado, 2 de julio de 2011

Rilke

¿Cuál es tu experiencia, la más dolorosa de todas?
Si beber te resulta amargo, conviertete en vino.



DAMA ANTE EL ESPEJO

Como en un narcótico la droga,
lenta, disuelve ella en el espejo
su figura cansina, clara y fluida
y derrama toda su sonrisa

Y aguarda a que el líquido aparezca;
sumerge entonces su cabellera
en el espejo, y los maravillosos
hombros brotan del vestido

bebiendo muda la imagen suya
Bebe cual amante en la embriaguez,
desconfiada, saboreando, y llama

a la doncella sólo cuando
del espejo en el fondo encuentra los muebles
y las vaciliantes luces de una hora tardía.



RECUERDO


Tú aguardas y aguardas este único instante
multiplicando infinitamente tu vida;
esta hora inmensa y profética
en que despiertan las piedras
de las profundidades en que están hundidas.

El dorado y el marrón de los libros se destacan
poco a poco en la penumbra de los anaqueles
tú evocas los paises recorridos
los cuadros y los trajes
y las mujeres que hace tiempo se han perdido.

Y de pronto lo recuerdas: sí, fue aquella
Te yergues, y ante ti se levantan
prodecedentes de lejanos días
el miedo, la imagen y la plegaria.


NO ESTOY SOLO....

No estoy solo jamás
Muchos de los que vivieron antes que yo
y de mi huyeron
tejieron
tejieron
lo que soy.

Y si me siento a tu lado
y dulcemente te digo: he sufrido
¿me oyes?
Quén sabe quién
lo murmurará conmigo



Epitafio

Rosa, !oh pura contradicción, voluptuosidad de no ser el sueño de nadie bajo tantos párpados!

Debate-Libros. Oliverio Coelho

LIBROS
Lo primero y lo último, es la familia
La última novela de Oliverio Coelho explora los lazos familiares incluso en aquellos casos en los que ni se puede hablar de familia
Por Sebastián Basualdo

Iván tiene veinte años, vive con su abuela y sólo le importa una cosa: encontrar a un hombre que no conoce y es apenas un nombre, poco más que una sombra corriendo durante años entre los pasillos del silencio. Silvio Lobo se llama; sabe eso de su padre. Y es casi todo. El resto surge de Un hombre llamado Lobo, la última novela de Oliverio Coelho, que narra la historia de alguien a quien la vida parece darle la espalda constantemente y sin embargo lo empuja, lo obliga a continuar haciendo eso que la gente llama vivir hasta que lo alcance la fatalidad como único encuentro posible. “Tanta piedad con un tipo del que nadie sabe nada, ni de dónde viene. Anduvo en algo raro, nadie se entierra en un pueblo como San Manuel para vivir mejor. Mi marido, que en paz descanse, siempre decía que Lobo tenía en la cara el miedo de alguien que hizo algo terrible”. Somos como los demás nos ven, de acuerdo. Ahora ya podemos decirlo: no es la búsqueda del padre el tema central de Un hombre llamado Lobo, sino la pérdida de una familia y lo que un hombre es capaz de hacer para recuperarla. “Le asqueó pensar que durante casi dos años había compartido sus noches con una desconocida, una mujer que quizá se hubiera mantenido a su lado para olvidar, para ser otra, hasta que algo interrumpió el simulacro y desnudó una identidad hasta ese momento congelada y excluida por la maternidad”. Inteligentemente estructurada y con una notable capacidad para tomar distancia de sus personajes mediante una prosa limpia de falsos efectismos, Oliverio Coelho logra por momentos generar un clima denso y oscuro para luego ir rápidamente hacia la indulgencia con un Silvio Lobo desesperado por encontrar a la mujer que lo abandonó sin ningún motivo aparente. “La humillación, la risa del comisario y su consejo de que éstas son cosas de detectives privados, no es asunto nuestro, lo hicieron sentir peor que un cornudo. Entendió que el abandono era mucho más abstracto que el fracaso sentimental, la soledad o el crimen: estaba más allá de la ley”. A partir de entonces, Silvio Lobo contratará los servicios de un controvertido detective privado para ir en busca de su mujer y su hijo que, más que ocultos, parecen agazapados en una trama de secretos y mentiras. Autor entre otras obras de Tierra de vigilia (2000) y Promesas naturales (2006), Oliverio Coelho ha escrito una novela realista de profunda intensidad, conmovedora y descarnada, al mismo tiempo, para darle otra dimensión al arduo oficio de vivir.