Me decía una y otra vez que, si un hombre, un hombre sincero y desesperado como yo, ama a una mujer con todo su corazón, si está dispuesto a cortarse las orejas y enviárselas por correo, si es capaz de sacarse la sangre del corazón y volcarla en el papel, saturar a esa mujer con necesidad y anhelo, asediarla eternamente, no puede ser que ella lo rechace. El hombre más feo, más débil, el hombre más indigno, si está dispuesto a dar hasta la última gota de su sangre, ha de triunfar por fuerza. Ninguna mujer puede rechazar el don del amor absoluto.
H.V.M
H.V.M
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