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sábado, 22 de enero de 2011

Promesas


Se hace escuchar el domingo lluvioso.
No necesita bajar de la cama
helarse los pies para luego quedar contemplativo
para terminar absorto frente a la ventana.

 Después de todo no es más que la tristeza
de un barrio desolado que finge
en sus primeras horas no dolerle un tango.
Debería quedarse en la cama un rato más

Anoche hablaron de ella y su sonrisa
de su manera siempre apurada de andar
trabajar y de comprar la fruta en el mercado.
Hablaban casi en susurros.

Todos los sábados debería ser igual
 Tomar un puñado de su propia historia.
¿A eso vienen?
Qué extrañas suenan las promesas después de tanto tiempo:
sábado y domingo los tres juntos.

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