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miércoles, 6 de octubre de 2010

Mesa redonda con Carlos Gamerro, Sebastián Basualdo y Patricia Ratto; coordinada por Elsa Drucaroff en la Biblioteca Nacional organizada por la revista No-retornable

Ver video Aquí: charla sobre Malvinas,Biblioteca Nacional
Elsa Drucaroff (ED): Para empezar, quería introducir esta jornada organizada por la revista No Retornable, cuyos editores son los que están acá en el costado: Sol Echevarría, Marcelo López y Alejandro Boverio. La idea de estas dos mesas es debatir Malvinas, no necesariamente en cuanto a los hechos en sí de la guerra sino pensar un poco en qué medida esa guerra está presente en la sociedad argentina y cómo. En qué medida está en sus fantasmas, sus heridas, sus miedos. Con todo lo que tiene la ficción, la literatura, que no es un manual de instrucciones o de historia, ni pretende ser políticamente correcta. Es un lugar desde donde podemos hacernos cualquier pregunta. Por eso ahí aparecen síntomas sociales muy interesantes.
Tenemos a tres escritores para pensar esto, cuyos de estilos, situaciones experienciales y edades son muy distintas. Sin embargo tienen una característica común: son escritores de post-dictadura. Entraron a la vida consciente-política-ciudadana cuando la dictadura se había terminado. El escritor más bisagra de esto es Carlos Gamerro, autor de una novela monumental sobre Malvinas. Para mí uno de los grandes libros de la literatura argentina, que se llama Las islas. Gamerro es bisagra porque era un adolescente cuando empieza la dictadura, está en el límite, todavía no pertenecía a la generación militante. Está Patricia Ratto, una autora tandilense un poco más joven que pertenece a la primera camada post-dictadura. Sebastián Basualdo anda por la treintena y era un niño cuando comienza la democracia alfonsinista.
Muy rápidamente digo algunas de sus obras. Gamerro tiene además otras novelas, El sueño del señor juez, La aventura de los bustos de Eva, El secreto y las voces. Tiene un libro de cuentos que se llama El libro de los afectos raros y tiene una novela inédita que completa una saga que empieza con Las islas, o parece que por ahora la completa. Como Las islas tiene un mundo muy rico, ciertos personajes y situaciones se repiten en otras novelas. Patricia Ratto tiene dos novelas publicadas: Pequeños hombres blancos y Nudos. La primera trabaja con algo referente también a la historia reciente, tiene que ver con la dictadura. Fue la segunda de estas novelas el motivo por la que fue convocada, ya que transcurre en la época actual y toca el tema Malvinas de un modo bastante importante. En el caso de Sebastián Basualdo, tiene un libro de cuentos que se llama La mujer que me llora por dentro y una novela recientemente publicada a fines del año pasado, que se llama Cuando te vi caer, cuyo tema es fuertemente Malvinas. Un poco la idea, después de esta introducción es preguntarles a los tres al respecto de la guerra en general, y de la apropiación que hicieron de manera ficcional sobre ésta. (Ah, les cuento antes, Carlos Gamerro va a tener que irse a las seis y media porque ustedes saben que los escritores tenemos que sobrevivir en la vida, es algo que pocos se acuerdan, y tiene uno de sus grupos de estudios que sino va a quedar en la puerta esperándolo). La pregunta entonces que arranco haciéndoles a los tres es por qué en sus ficciones pensaron en escribir sobre Malvinas. ¿Qué pasó? ¿Por qué ese tema los llamó?

Carlos Gamerro (CG): En mi caso, pensándolo retrospectivamente, supongo que hubo dos motivaciones fundamentales. Una más personal que tiene que ver con el hecho de que yo soy clase 62, la que mayoritariamente fue a Malvinas. Yo no fui. Creo que si hubiera ido no hubiese podido escribir Las islas, pero esa es otra historia. De alguna manera, mi novela es una respuesta de ficción que me di a mí mismo: ¿Qué hubiera pasado si me tocaba? Yo estaba con prórroga universitaria, de hecho estaba afuera del país. Me enteré de la invasión de las islas una semana después, perdido en un pueblo de México de turista. No escribo habitualmente ficción autobiográfica directa (una vez que viví algo me parece aburrido repetirlo mediante la escritura) sino que prefiero escribir sobre vidas imaginarias. Es como una bifurcación de el destino, y antes de pensar en escribir sobre el tema ha habido una ficción espontánea en mi cabeza.
La otra es puramente literaria. Se terminaban los ochenta y comenzaban los noventa, yo había escrito un libro de cuentos que no lograba que me publicaran, entonces pensé en escribir una novela que no podrían no publicar por tratarse de un tema poderoso (por supuesto que, igual, no la quisieron publicar). La guerra era un tema fuerte que no había sido explotado hasta este momento, salvo Los Pichiciegos de Fogwill. Me dije papita p´al loro, todo para mí, si no lo vieron antes, jodansé. No sólo era un tema fascinante en sí mismo sino que disparaba en todas direcciones, permitiendo ver ahí nuestra historia: desde las invasiones inglesas hasta la visita de Darwin a la Argentina y a las islas. La novela transcurre en el 92, diez años después de la guerra y quinientos después del descubrimiento de América, esa es una gran coincidencia de la cual se pueden sacar materiales de análisis.


Patricia Ratto (PR): A mí me pasa algo parecido: hay cuestiones personales y otras puramente literarias. Después de mi novela anterior, ubicada en un pueblito del sur, que trabajaba el tema de la dictadura; me interesaba abordar desde la actualidad las secuelas que quedaban en los personajes de algunos momentos críticos de la historia de nuestro país. Por eso en “Nudos” hay personajes que llevan a cuestas cicatrices de la dictadura y otros, como el caso de Manuel, que carga en su propio cuerpo las pérdidas y las marcas que le dejó Malvinas. También hay un pibe de la villa que recorre una ciudad de provincia que bien puede ser Tandil y va uniendo los personajes que están en la novela, que es un mapa vivo resultante de la crisis del 2001. No sabía bien por donde empezar la novela, pero sí sabía que quería una novela contada mirando hacia atrás. Ahí aparece un hecho personal y fortuito cuando subo a un remis para volver del trabajo a casa, veo que había colgado un rosario de caracoles blancos chiquititos. Como daba mal la luz, pensé que era un rosario hecho de nudos con un cordón. Yo en la época de Malvinas estaba terminando el secundario y en la hora de actividades prácticas hicimos rosarios de nudos para enviarles a los soldados de Malvinas. Me dije entonces “por ahí tiene que empezar”. Hay una escena donde las chicas de un colegio hacen rosarios de nudos para el colegio y la guerra está mirada desde ahí, desde lo que esas chicas se imaginan de la guerra sin tener ni idea de lo que es una guerra. Quizás fue mi manera de saldar esa deuda de haberme sentido afuera, mirando lo que ocurría por televisión, como si fuera una película. También una manera de tratar de hacer visible personajes que, de algún modo, después se volvieron invisibles porque la sociedad no los quería ver. Un ex-combatiente al que le falta una pierna era una persona incómoda. Traía a la memoria ,y nos ponía frente a frente, una realidad que muchos argentinos no querían ver, porque dolía y aún duele. Creo que es un nudo que todavía no terminamos de desatar.

ED: Antes que siga Sebastián, quiero reconocer un error, en realidad tienen la misma edad ustedes, son del 62...

Sebastián Basualdo (SB): Intenté trabajar la novela desde la posguerra, es decir abordar a un ex-combatiente una vez finalizado el conflicto con una serie de problemáticas que ocurren a nivel social dentro de su familia. En realidad yo también necesitaba pensarme a mí dentro de lo que había sucedido, ya que, generacionalmente hablando, me crié con discursos sobre Malvinas. Por eso mismo, en la novela está en un primer plano las reflexiones sobre las posiblidades e imposiblidades que ofrece el lenguaje: lo que se cuenta, lo que no se podía contar, aquellas cosas que no debieron haberse contado nunca y cómo aquello que se contó terminó por construir realidades.

ED: Con tu respuesta, Sebas, me has quitado la próxima pregunta que yo te iba a hacer, que tenía que ver con cómo funciona el secreto alrededor de Malvinas. Porque tu novela gira en torno a eso: el secreto. Todo el enigma está estructurado así, como un secreto alrededor de Malvinas. Pero como ya la contestaste voy a tener que pensar otra, lo cual es trágico para mí...
En el dossier dedicado a Malvinas de la revista No Retornable, hay una introducción que hace Sol Echevarría, donde ella con veintipico de años hace un planteo que me parece interesante porque tiene que ver con la sensación que “de eso no se habla” o, cuando se habla, se dicen cosas que no cierran; tal como recién decía Sebastián. También hace un planteo que tiene que ver con cosas que han dicho Carlos y Patricia, sobre la pelea de imaginarios alrededor de Malvinas. Dice por ahí que en este momento, buscar una memoria de Malvinas es participar en una guerra. Una guerra no de bombas o misiles sino de discursos y de memoria. Pareciera que es muy difícil establecer, con todos estos secretos e incapacidades para mirar las secuelas, qué es lo que realmente pasó. Después me gustaría entonces que hablemos sobre en qué medida las tres novelas se posicionan sobre la guerra. Pero antes, permítanme cambiar de tema, y preguntarle a Carlos antes de que se vaya sobre Las islas en relación con la tecnología. La novela de Gamerro no pertenece al género de ciencia ficción, pero tiene muchas cosas que la conectan con este tema. Es notable como el género ha aportado mucho a las representaciones sobre la guerra. No tanto en Nudos o Cuando te vi caer, que son novelas íntimas y posteriores, que trabajan con lo que pasó en la vida privada, pero tanto en Los Pichiciegos como en “Primera Línea” (un cuento notable de Carlos Gardini, el primer texto literario que se hace a partir de Malvinas en el 82) y en Las islas. En Carlos Gardini es clarísimo porque es casi un cuento de género gadget story, que trabaja con una máquina futurista, sólo que es una versión irónica porque el gadget es una especie de robocop del tercer mundo hecho con los tullidos de la guerra. En el caso de Los pichiciegos hay toda una construcción de un universo cerrado, de una sociedad posible en condiciones particulares. Esta cosa de imaginar una sociedad completa y diferenciada es típico de la ciencia ficción. También hace un trabajo con los mitos, la utopía y la distopía. En el caso de Gamerro la tecnología también está muy presente. Quería preguntarte ¿Por qué está tan presente? y que nos cuentes un poco esta teoría tuya sobre el imaginario tecnológico y la guerra.


CG: Si hacemos memoria nos damos cuenta que el inicio de un imaginario tecnológico, aunque más bien un deseo tecnológico, aparece a principios de los noventa. Ya había tenido un momento anterior en los años cuarenta, cincuenta, pero después el tema de la tecnología desaparece. Todavía me acuerdo de mi mismo contra una vidriera mirando unas lapiceritas y unos telefonitos de colores que hoy no me llamarían la atención. Había un hambre por todos esos productos que luego inundarían el país en los noventa, que me llamó mucho la atención. De modo un poco anticipatorio yo ya sitúo en Argentina del noventa y dos un panorama tecnológico, así como construyo Puerto Madero antes de que fuera construido. Las islas no es una novela sólo sobre Malvinas, sino que es principalmente una novela sobre los noventa, sobre mí mismo. Escribir una novela sobre el presente es prácticamente imposible, porque para cuando sea publicada, todo eso va a ser un pasado, y quizás un pasado remoto. Una idea que tuve fue anticiparme y, para contar el presente, tratar de contar el futuro.
Por otro lado, tenía una fascinación personal con autores norteamericanos como William Burroughs y Thomas Pynchon, donde todo el tema de un imaginario tecno-biológico estaba muy vinculado a la ciencia ficción, sin estar encuadrado dentro de ese género. Ese modelo todavía no había sido trabajado por la literatura argentina, era algo así como un territorio virgen.
Con la guerra de Malvinas todo el mundo estaba discutiendo sobre los Daguer, los Mirage, los Harrier. La guerra, en gran medida, se resolvió en esos términos. Más allá de la incapacidad de los oficiales argentinos, la superioridad tecnológica de los ingleses era tal que no se hubiera podido ganarle a un país que tenía un equipo tecnológico de la Segunda Guerra Mundial, con algunos elementos prestados. La guerra de Malvinas fue un experimento en pequeña escala para la guerra del Golfo.
Por otra parte, la experiencia de los soldados que fueron a la guerra está totalmente escindida de este aspecto que fue fundamental. Prácticamente no tuvieron hasta volver al país. Su experiencia fue como la de la Primera Guerra Mundial: una guerra de trinchera entre el barro, el frío. Es una experiencia fatalmente escindida donde el testimonio del soldado no tiene nada que ver con lo que después cuentan los historiadores. Son dos esferas prácticamente separadas. Yo quería incluir esa escisión un poco esquizofrénica en la novela. Se me ocurrió contar las acciones de la guerra a través de un videogame que era diseñado por el protagonista, que también estuvo en las trincheras y podía juntar ambas experiencias.

ED: Esa escisión está en todo. Por un lado está ese videogame que es muy gracioso y terrible, porque es un videogame que el protagonista hace por encargo para un oficial que estuvo en la guerra. Lo hace para que ganen los argentinos pero le mete un virus y los argentinos después empiezan a perder. Ahí está esa mirada mega de la guerra. Pero después tenés un capítulo escalofriante y tremendo del propio protagonista en medio de la trinchera, que no tiene nada que ver con la otra historia porque no hay ningún tono paródico. Esa escisión está literariamente incluso en los estilos.
Le quiero preguntar a Patricia sobre la mirada ajena y la culpa, de esa mujer joven con conciencia ciudadana que recuerda su incomprensión en ese momento, junto con el apoyo acrítico de la institución de la escuela religiosa. Hay una idea de que hay un nudo Malvinas pragmático que sigue operando y que todavía no se ha desatado; pero también hay un cierto planteo utópico respecto a la posibilidad de reparación.

PR: No sé si hay una posibilidad de reparación, pero en todo caso la reparación es íntima y personal. Desde el punto de vista de cada uno se producen encuentros en los que se juntan soledades. Los personajes que se encuentran son Roxana, que es la trabajadora social que cuando sube al remís recuerda que cuando era chica hacía los rosarios. Está atada al recuerdo de Malvinas porque siente que ella quedó afuera en el momento en que pierde de vista al chico del barrio que a ella le gustaba, Manuel, cuando se va a la guerra. Manuel no volvió nunca, ni siquiera como cuerpo. Es un desaparecido de Malvinas. Cuando uno de los pibes de la villa en la que ella hace su trabajo social le cuenta que en la estación de trenes del ferrocarril hay un ex combatiente al que le falta una pierna, que se llama Manuel y vende ratas de espuma de goma, ella va a buscarlo como si fuera el fantasma de aquel otro Manuel que se le perdió. Y se encuentra con ese hombre desde el dolor.

ED: Pero ella lo acepta, no tiene un reproche hacia las circunstancias en que se conocieron.

PR: Sí, lo acepta. Se fabrica una historia. Así como la de Manuel que inventa que perdió la pierna en un accidente de moto. Él no quiere ser un excombatiente, un recordatorio para los demás.

ED: Hay un cruce interesante con Cuando te vi caer, porque hay un momento en que un personaje de la novela se pone en la tarjeta “héroe de Malvinas”

SB: Es un plomero gasista que no consigue trabajo y manda a hacer tarjetas donde figura el hecho de que es un veterano de guerra. Lo que resulta terrible, ya que se da cuenta de que nadie lo llama porque creen que todos los ex combatientes están locos.

ED: Hay otro elemento interesante que conecta las novelas. Como dijo Patricia, si hay algún tipo de reparación en su novela, esta ocurre en el ámbito privado. En Las islas, el protagonista principal, que es un hacker con un casco de granada incrustado en el cerebro a partir de una herida de guerra, establece una relación con una ex-desaparecida que tuvo dos hijas con un represor que se llaman Malvina y Soledad. Estas dos niñas tienen además síndrome de down.

CG: Te olvidaste algo fundamental: parecen pingüinos.

ED: Es cierto. La madre se llama Gloria y las dos niñas cantan el himno porque les encanta la parte “Oh, juremos con gloria morir” porque nombra a la madre. Al mismo tiempo este humor tan negro está acompañado de mucha ternura. Hay una frase que dicen las teóricas feministas que viene al caso: “lo personal es político”.

CG: En nuestro país lo personal siempre es político porque no hay posibilidad de tener una vida privada separada de la esfera pública y nacional. Sin ir más lejos yo me divorcié, entre otras cosas, por la crisis del 2001 ya que tuve la mala idea de pedir una hipoteca. Eso acompañó un conflicto personal de manera indisoluble hasta el punto que me cuesta separar mi historia personal de la del país. Es algo que les pasa a todos en Argentina. Por eso siempre dije que la novela El pasado de Alan Pauls es una novela experimental, porque escribir quinientas páginas sobre la relación de una pareja sin jamás aludir a lo que sucede en el país en el país o en la sociedad es algo totalmente inédito. Casi uno hubiera pensado que no podría hacerse antes de que él lo hiciera.
Con respecto a lo de Gloria, cuando te escuchaba sentía un tufillo a alegoría. En ese esquema ya está planteado todo el sentido político. Lo que creo que lo salvó de ser una mera lectura alegóricamente encarnada en personas individuales es que, para mí, tanto el personaje de Felipe Félix como el de Gloria se convirtieron en personajes absolutamente reales, con una subjetividad verdadera, a pesar de ser personajes de ficción. En el caso de Malvina y Soledad, son nombres que les pone el padre que es primero un represor y torturador, luego un militar nacionalista fanático.

ED: ¿Por qué elegiste un encuentro entre los personajes de Felipe y Gloria? ¿Lo pensaste políticamente primero o se te apareció?

CG: La verdad que no me acuerdo, debe ser por un borramiento medio freudiano. Prefiero pensar que no lo decidí yo, que se encontraron.

ED: Hay un investigador brasileño que trabaja en EEUU y tiene un libro que se llama “Alegorías de la derrota” y sostiene que lo alegórico es una forma muy fuerte. A veces, es verdad, pueden ser malas si son muy forzadas. Creo que en Las islas esto no pasa.
Se puede leer en la novela de Sebastián una alegoría de lo que es crecer en este país. ¿A vos te parece que en los conflictos de tu personaje hay algo alegórico?

SB: Lo que sucede a nivel familiar sucede a nivel social. Yo trabajé sobre todo con el lenguaje como constructor de la realidad. Cuando uno nombra las cosas empiezan a existir, pero nombrar es también ubicarse en una perspectiva política e ideológica. En la idea de descubrimiento de América ya hay una cuestión de perspectiva ideológica. Si viene un amigo a casa, no dice que me descubrió. Nombrarlo así es ubicarse en una perspectiva europea. En mi novela, el problema es que la mayoría de estos adolescentes no tienen lenguaje, por lo que no pueden pensarse a sí mismos, mucho menos al país. También trabajé mucho con el machismo, sobre todo en la relación del padre con el hijo. Eso también está en la sociedad: cuando un hombre sale con muchas mujeres es un mujeriego, cuando una mujer hace la misma acción, el término social es el de “puta”, “atorranta”, el cual es un término muy distinto. Un misógino es aquel que odia a las mujeres, el mismo término no existe a la inversa.

ED: Y... porque no hay...

SB: Es como si estuviesen obligadas a querernos, ¿no? Sabemos que no es cierto. Ahí está uno de los problemas en la novela: si sucede a nivel familiar, sucede a nivel social.

ED: ¿Qué pasa con la violencia en tu novela?

SB: ¿La violencia verbal o la física?

ED: La violencia en general.

SB: Hay violencia, ¿no?

ED: Mucha...

SB: La violencia se da en los amigos, desde la cuestión de la masculinidad. Tiene que ver con el barrio, Villa del Parque, donde vive el padrastro del protagonista. Hay una relación entre esa crianza de barrio donde las cosas se resuelven de manera bastante violenta, y también la de los padres, que no siempre es física. Por ejemplo, está el personaje yendo en el auto con su padre, que de pronto baja la ventanilla, mira a una mujer que va en un cochecito con un bebé y le grita: “Matalo, que te hago otro”. Se ríe. El personaje, Lautaro, que en ese momento era un adolescente también se ríe. Después empieza a tomar consciencia de que él festejaba esas palabras. Toma consciencia al mismo tiempo de que se encuentra en un entramado de discursos, de cosas que no se dicen, de cosas que no debieran decirse, de conversaciones que no se terminan nunca.

ED: En tu novela hay un recuerdo constante del pasado, mirado por un narrador adulto. Hay una tensión muy fuerte entre lo que se cuenta y lo que se mira. Ahí tenemos un tipo de diálogo. En la novela de Patricia hay otro tipo ¿en qué medida te parece que la fuerte apuesta que hiciste al diálogo se relaciona con la guerra?

PR: Durante mucho tiempo yo trabajé en una biblioteca que tuvo un subsidio importante de una fundación que me permitió hacer un trabajo amplio de difusión de la lectura. Teníamos que grabar entrevistas a distintos actores de la comunidad, de diferente procedencia social. Ahí aparece el lenguaje, como decía Sebastián recién, que está impregnado de muchas cosas. El lenguaje habla de uno, de cómo uno es, de la historia personal, de lo que ha aprendido, de las experiencias. Eso fue para mí un descubrimiento cuando me puse a desgrabar las entrevistas. Después pedí más entrevistas para desgrabar, un trabajo tedioso que nadie quiere hacer. Muchas veces me encontraba con problemas sobre cómo traducir lo que dice una mirada, un gesto, el tono de voz, o lo que se interpreta de una manera en un contexto y no en otro. Las maneras de decir, mucho más allá de los giros, tienen algo que se escabulle en ese intento de traducción a la palabra escrita. El desafío en la novela también era, a la hora de tomar esas diferentes voces que impregnan la historia con su manera de ver el mundo, contar lo que sucede tratando que reproduzca estas impregnaciones en el lenguaje. Eso es algo que traté de trabajar en ambas novelas, sobre todo en ésta, donde aparece el problema de cómo contar Malvinas y desde dónde. Este cruce de voces genera un entramado. Malvinas está contada, por un lado desde un ex combatiente que en un momento sintió vergüenza de ser un mapa vivo de esa guerra y un recordatorio permanente frente a una sociedad que lo niega, por otro lado hay una mirada de un pibe que vive en una villa y que también pelea su propia guerra para no volverse invisible frente a la sociedad.

ED: Bueno, tenemos diez minutos antes de que se vaya Gamerro y quizás alguien quiera preguntarle algo.

CG: Me siento la cenicienta...

Público: Sí, en realidad es para los tres. ¿Qué pasa hoy con las islas?

CG: Por un lado, el tema específico de Malvinas en la actualidad me importa muy poco, pensando en alguna reunión entre un ministro y la presidenta, o si florece la industria pesquera, o cómo está el tema de la lana. En parte por una cuestión personal que se debe a que trabajé tanto y tanto tiempo leyendo textos escritos. Hay una frase de Oscar Wilde que dice algo así: “si intentan agotar un tema, lo único que logran es agotar a sus oyentes”. En este caso, me agoté a mi mismo.
Sin embargo, pensaba en estos días qué otras cosas, además de las personas, murieron en Malvinas. Creo que una de ellas es la idea de la historia argentina como relato épico. Eso se entierra en Malvinas y no vuelve a resurgir. Quizás, podemos decir, por suerte. Pero ese vacío no ha sido llenado con algún otro relato que ocupe ese lugar. Esto me lleva a una cuestión, que no sé si ustedes se han planteado: ¿Qué corno vamos a festejar el año que viene con el bicentenario? Como esto es una hipótesis que no puede ser refutada ni verificada, me arriesgo a decir que si hubiésemos recuperado las Malvinas, ese sería el núcleo de la celebración. Para nosotros, Malvinas, hasta la guerra y después de la guerra, sigue siendo una forma vacía en la que cada uno ve lo que quiere ver.
Un personaje nacionalista fanático dice que la Argentina es una pija parada y las Malvinas son las pelotas. Bueno, evidentemente perdimos las pelotas ¿y ahora qué hacemos?

Público: Ustedes tenían una idea de Malvinas antes de escribir sus novelas, después las escribieron, se leyeron ¿qué pasa hoy con esa idea previa?

PR: A mí siempre me persiguió la idea de absurdo de la guerra. Después de escuchar muchos relatos, uno cree que ya nada lo va a sorprender, pero siempre aparece algo nuevo. Esto me pasó hace poquitos días, cuando escuché hablar a un ex combatiente tandilense que le tocó estar en los submarinos de la base de Mar del Palta, desde donde sólo zarpó un sólo submarino porque el resto hacía demasiado ruido. Salieron con la promesa de que iban a ser acompañados por otros dos submarinos que nunca llegaron. Ellos sí llegaron al frente de batalla pero decir se dieron cuenta con horror de que los torpedos no funcionaban. Tuvieron que hacer fondo la mayor cantidad de días que pudieron, hasta que volvieron y, por el camino, con el único torpedo que funcionó (uno norteamericano), le hicieron daño a un buque inglés. Este oficial contaba que le habían hecho un gran daño. Yo pensaba que necesitaba estar orgulloso de algo porque sino hubiera sido de los que, al volver, se hubiese suicidado. Además, cuando llegaron a Mar del Plata los hicieron esperar hasta que se hiciera de noche y después los llevaron a Bahía Blanca para esconderlos porque eran la vergüenza de la guerra. Este testimonio a mí me volvió a conmover y a sorprender.

CG: Yo no recuerdo bien en dónde lo leí, supongo que una versión inglesa, que decía que no le dieron a ningún barco sino a una ballena.

ED: Es probable que digan, como Patricia dice, la historia del buque inglés para justificarse algo.

PR: En realidad el ex combatiente explicó que esa baja a determinada nave (cuyo nombre dio pero no lo recuerdo ahora), no se comunicó nunca oficialmente. Dijo que ellos saben extraoficialmente que fue a parar a un desarmadero en Chile. La lectura que yo hice fue que necesitaba sentir que algo de esa odisea absurda tenía un mínimo sentido. Es probable que el hecho no haya ocurrido...

ED: Por ahí les contaron, se lo dijeron otras personas con ese mismo objetivo.

SB: Malvinas termina siendo un gran símbolo en esta época nuestra donde las cosas no valen tanto por lo que son sino por lo que representan. Me pregunto cuántos de los que estuvieron a favor de que se tomaran las islas, estarían dispuestos a ir a vivir allí.

CG: Para mí la mayor sorpresa, que fue uno de los motores para escribir la novela, tuvo que ver con las conversaciones que hice con varios ex combatientes muy críticos de la guerra. Ellos contaban todo el sufrimiento que pasaron en las trincheras, las torturas a las que fueron sometidos algunos por sus oficiales. Ahí les pregunté si, después de todo lo que me contaron, volverían. Y, sin dudarlo, me contestaron “sí, por supuesto”. Ahí me dije, ah, sobre esto tengo que escribir porque no lo entiendo.
Bueno, con estas palabras me despido, les pido disculpas por irme antes y les agradezco que hayan venido. Fue muy interesante estar acá.

ED: ¿Qué lugar tuvo el linaje literario? Malvinas tuvo pocas apariciones pero muy significativas. Un ejemplo es el relato que mencioné, “Primera Línea” de Carlos Gardini, quien ganó un premio dado por Enrique Pezzoni, Jorge Luis Borges y José Donoso. Época en la que no había jurado de preselección y seudónimo obligatorio con sello laqueado. Una época que podría volver, más transparente. También está Los pichiciegos, una de las grandes novelas argentinas. Por supuesto, estos tres libros de los que hablamos hoy. Tenemos una novela de Daniel Ares que es muy divertida y está muy bien hecha, que se llama Banderas en los balcones. Hay otra novela, que a mí no me gusta mucho pero la nombro porque existe, Kelper de Raúl Vieytes, que es una especie de policial negro que utiliza Malvinas de un modo más bien geográfico. En el medio hay otras cosas, como los cuentos “Memorándum Almazán” de Juan Forn y “Soberanía nacional” de Rodrigo Fresán. Éste fue el primero de tratar el cinismo absurdo y delirante, de una manera más consciente, más allá de los resultados. Acaba de salir Los días que vivimos en peligro, una antología armada por Santiago Llach y Juan Diego Incardona, donde dieciséis escritores argentinos sobre hechos que conmovieron al país desde Malvinas al conflicto del gobierno y el campo. Laura Ramos es la que habla de la guerra de Malvinas de una manera muy interesante.
Me extiendo unos minutos para ver si tienen alguna pregunta.

Público: ¿Qué pasa con los ex combatientes? A mí los textos literarios, como la novela de Las islas, me llevaron a interesarme por el tema. ¿Ustedes tienen lectores que hayan estado ahí? ¿Qué pasa en este momento que no hay excombatientes acá?

PR: No sé si un ex combatiente quiere leer novelas de ex combatientes. Lo que me parece interesante es este efecto secundario de la literatura como el que vos contás, que te conecta con otros temas de la historia. La literatura tiene una manera de darles carnadura a los personajes que, para la historia son números o nombres. En ese sentido sí genera interés. Tenemos la sensación de que los relatos nos aproximan a la realidad, pero no es lo mismo haber estado en el lugar, seguramente.

ED: Carlos hizo investigación para Las islas y habló con muchos ex combatientes. Tengo entendido que después no hubo muy buena recepción por el lado de los ex combatientes comprometidos con un discurso nacionalista y militarista. Su novela es muy crítica al respecto, aunque no los juzga.
Les propongo que terminemos acá porque tenemos otra mesa de ensayistas sobre Malvinas. Les agradezco que hayan venido.

Ver video Aquí: charla sobre Malvinas,Biblioteca Nacional

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